4 de mayo de 2024
Nosotros como padres educamos lo mejor que podemos a nuestros hijos, utilizamos los medios y formas que consideramos son los mejores para ellos y siempre motivados por el amor, aunque dentro de esas reglas

Beatriz Aguilar Alejandrez, colaboradora del Instituto Regional de Investigaciones sobre Prevención y Participación Ciudadana en Baja California www.irisprevencionbc.org

La sociedad se rige por reglas que todos debemos seguir, esto forma parte de vivir en un ambiente sano y equilibrado dentro de nuestra comunidad, esto mismo lo aplica cada familia de forma interna en sus casas y con sus hijos a la par de reglas específicas que aplicaban con nosotros nuestros padres cuando éramos niños y nos portábamos mal, estos incluían los castigos por desobediencia, pudiendo ser de diversas formas.

Nosotros como padres educamos lo mejor que podemos a nuestros hijos, utilizamos los medios y formas que consideramos son los mejores para ellos y siempre motivados por el amor, aunque dentro de esas reglas vayan castigos corporales que por tradición normalizamos y hasta las consideramos necesarias, pensamos que cualquier desobediencia debía ser castigada, ya que nuestra ideología las considera que fueron buenas en nuestra infancia para formarnos como adultos de bien y también serán buenas para ellos.

Los adultos tenemos la firme convicción de que los niños por ser niños deben obedecernos en todo, por más absurda que sea nuestra orden y esto incluye a menores con los que no se tenga parentesco y en cualquier desobediencia o falta de respeto la sociedad avala al adulto, si bien es cierto hay conductas en niños que no cabe duda que deben ser corregidas las disciplinas que se aplica pueden llegar a ser excesiva.

El Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas menciona que el castigo violento es cualquier daño corporal, físico o que requiera fuerza física para realizarse y que su objetivo sea causar dolor o malestar, aunque sea leve. El año pasado UNICEF llevo a cabo una recopilación de datos de 62 países, resultando que 1,000 millones de niños y niñas de entre 2 y 4 años había sufrido castigos violentos, 4 de cada 5 niños habían sido sometidos a castigos corporales o agresión psicológica, de esta cifra el 17% había sido castigado severamente con golpes en la cabeza, cara, oídos, de forma repetitiva.

En muchos de los casos la violencia como método de enseñanza se ha detectado cuando ya requiere servicios de salud, el médico tratante debe tener la capacidad y destreza necesaria para detectar que esta frente a un caso de maltrato infantil, ya que en ese momento pudiera ser la única oportunidad que tenga el menor de salir de esa situación que en muchos casos incluye falta de amor y negligencia.

Hay castigos que dejan huella al grado que el daño causado puede ser irreversible y tristemente esta violencia ha pasado de generación a generación ya que desconocen la existencia de métodos de disciplina sin violencia, actualmente UNICEF maneja un programa para ayudar a los padres a comprender mejor el desarrollo de sus hijos y mostrarle como forjar su carácter de forma positiva.

Estos programas van dirigidos a familias con menores de entre 3 y 5 años y en algunos países el castigo corporal ha disminuido un 73%, una cifra sorprendente, en el seguimiento que estos menores se mostró que se volvieron mejores estudiantes y mejores profesionistas, fortaleciendo así su familia.

El maltrato físico y emocional en un niño interrumpe el desarrollo del Yo, su desenvolvimiento en la sociedad, su capacidad de apego y empatía hacia los demás, llevándolos a tener comportamientos destructivos e impedir que construyan bases de ética social.