18 de diciembre de 2024

Carlota tiene 100 años. El Gobierno Del DF acaba de tramitar su acta de nacimiento

“Vende caro tu amor, aventurera

Da el precio del dolor a tu pasado

Y aquel que de tu boca la miel quiera

Que pague con brillantes tu pecado

Tijuana B.C. (Agencias) 22 de noviembre de 2014.- Cuando Carlota Reyes comienza a cantar es difícil detenerla. Sus cien años le han borrado de la memoria el nombre de sus hijos, pero no la letra de las melodías de Agustín Lara que ha escuchado toda la vida. “Mi hijo Leonardo, mi hijo Raúl, mi hijo Epifanio… ¿y cuál otro?” se detiene y su nieta la ayuda: “María, Gabriel, Félix y Jorge”. Se murieron todos menos dos. Uno vive con ella en la casa que el Gobierno del Distrito Federallevantó hace algunos años para las familias sin recursos del vecindario.

Situada cerca de dos de los barrios más exclusivos de la capital de México, Las Lomas y La Condesa, la colonia Tacubaya, mucho más modesta, es ejemplo del contraste de una ciudad que devora a su decena de millones de habitantes. Estructurado en torno a amplias avenidas que dividen varias manzanas de viviendas de interés social, el barrio alberga la historia de muchas personas anónimas, que como Carlota, nunca figuraron en un registro oficial.

El Gobierno del Distrito Federal ha iniciado una campaña para que las personas que no cuentan con su acta de nacimiento puedan hacer el trámite de forma gratuita. La organización civil Be Foudation, que defiende el derecho a la identidad, calcula que en todo México hay alrededor de 12 millones de personas que no cuentan con registro, es decir, el 10% de la sociedad. Se estima que el Distrito Federal se encuentra en el séptimo lugar del país, mientras que los Estados de Oaxaca y Guerrero, con índices de desarrollo más bajos y mayor dispersión geográfica, encabezan la lista.

“La iniciativa nació en el registro civil de Tacubaya, después de ver varios casos similares. En muchas ocasiones las personas que no tienen papeles se encuentran en situación de pobreza extrema”, explica el juez titular del 41, Ernesto Arnaldo García Piña y Vázquez.

Héctor Maldonado, director general del registro civil de la Ciudad de México, describe que el perfil de personas sin acta de nacimiento es el de “adultos, que con anterioridad no les interesaba el registro porque la mayoría no iba a la escuela, no procedía a una liquidación a través de una empresa o no tenía acceso a los derechos de jubilación, entre otros».

Desde diciembre de 2012, 5.500 adultos han conseguido su registro extemporáneo (aquel que se realiza más de seis meses y un día después del nacimiento). De ellos, 126 tenían más de 90 años y 23 eran mayores de 100.

Carlota Reyes es una de esas mujeres que recientemente ha conseguido su acta después del siglo de vida. Se la entregó el Gobierno del DF en un acto público. En voz alta lee con fluidez el documento oficial, que por primera vez, la identifica como ciudadana. Ella nació en la capital aunque sus padres eran de Tenango del Valle, a una hora en coche de la Ciudad de México.

En zapatillas, mandilón y bata rosa, sentada en una silla, Carlota esboza ideas sueltas que resumen su vida. “No fui casada, no tuve marido, nada más nos juntábamos y cuando quería él se iba y yo quedaba otra vez sola”. No recuerda su nombre, “Isidoro”, le ayudan. “Así se llamaba el primero, sí”. Ríe traviesa…

Completamente sola, Carlota sacó adelante a sus siete hijos y después a los seis nietos que le dejó uno de ellos al morir con 35 años. “Nunca tuve un trabajo así que digamos. Lavaba, planchaba y hacía tortillas para vender. Comíamos lo que Dios me socorría. Frijoles, sopita y de vez en cuando un caldito de carne”. Hoy aún cose manteles que enseña muy orgullosa. “No vendo mis costuras, se las doy a la familia si les gustan”. Carlota fue a la escuela hasta quinto curso, pero el último año “no lo hizo bien”. Allí le enseñaron a leer y a escribir. Ahora ocupa sus días repasando los versículos de la Biblia con soltura. También le gusta ver la tele, aunque no escucha ya casi nada. “No me llevan a pasear, mi pueblo está lejos”, se queja. A veces sí sale a la calle, pero vive en un primero, los escalones son altos y no hay ascensor. Además de los problemas de oído, su única dolencia es la osteoporosis.

-¿Cuántos nietos tiene?

– A ver, tú, acuérdate -le dice a su nieta-. Todo se olvida, señorita –mira a la reportera-, a esta edad uno va envejeciendo y todo va quedando atrás.