AMEBA
¡Hasta la Victoria Secret!
No dudo que si el comandante Che Guevara viviera en nuestros días y viera a Adriana Lima en el desfile anual de Victoria Secret, cambiaría de inmediato su grito de batalla. Sobre todo ahora que Cuba y Estados Unidos han acordado acercarse, hablar y darse la mano sin escupírsela previamente. Cosa buena, digo yo, si dicho acercamiento es sincero y la cosa no termina peor que como estaba. Y es que el mundo ha cambiado de 53 años para acá. En época de Internet, Facebook, Twiter y iPads, como que el discurso anti-imperialista empieza a apestar a naftalina: no se puede despotricar contra el Imperio desde el más moderno smartphone -#vivaMarx #YoSoyProletariado (enviado desde mi Samsung Galaxy Note)-. Hoy los enemigos son otros: el calentamiento global, el extremismo islámico, el narcotráfico y Kim Kardashian.
Lo cierto es que 53 años de estar enojados han sido muchos, lo que ha rayado en la exageración y la hipocresía de Estados Unidos, que sigue haciendo negocios con una Venezuela que no se cansa de mal mirarlos, donde ser oposición es tan peligroso como visitar Guerrero, donde la escases no es escasa y el Presidente anti-imperialista habla con pajaritos; o eso de asociarse con Arabia Saudita o los Emiratos Árabes donde son gobernados por monarquías absolutas y las libertades individuales brillan por su ausencia. Fueron incluso capaces de impulsar a los Talibanes en Afganistán a principios de los ochentas, nomás por darle la contra a los Rusos. De esta historia el triste desenlace del 9/11 ya todos lo conocemos. Y ni hablar de las dictaduras que impulsaron en América Latina, siendo la de Augusto Pinochet la joya de la corona.
Por otro lado tenemos a la seductora Cuba, que no sé qué tiene que provoca esas pasiones. Quizá porque se le identifica como un heroico David que lucha en contra de un Goliat enfundado en el traje del Tío Sam. Lo que nunca he entendido de esa fascinación es cómo, por ejemplo, la izquierda mexicana que históricamente ha levantado la bandera de la Revolución Cubana, en México reclama democracia, exige el voto por voto, casilla por casilla, pero hace oídos sordos y mete la cabeza en la tierra como avestruz cuando se trata del régimen de Cuba, donde la oposición si no está perseguida está en la cárcel. Allá no se pide voto por voto simplemente porque no hay elecciones; a esa izquierda que en México defiende la diversidad, parece no importarle que en Cuba los homosexuales sean perseguidos; para nuestra izquierda, que tiene sus bases en la generación del 68, parece no importar que Cuba no haya protestado por la matanza de Tlatelolco o Por el Halconazo del 71, sino que muy al contrario, mantuvo una complicidad recíproca con el sistema Priista.
Un régimen de contrastes. Cero analfabetismo y un sistema de salud intachable, pero donde no se puede ser tan libre para tomarse una coca cola o simplemente discernir en contra de la Revolución.
Barack Obama, a quien de 2 años para acá parece no salirle nada bien y ante la imposibilidad de cumplir promesas, parece buscar su lugarcito en los libros de historia donde no aparezca siendo su única virtud el haber sido el primer presidente afroamericano de Estados Unidos y acabar con este inútil pleito en el que en medio, sin deberla ni temerla, se encuentra el cubano común y corriente, el doctor que maneja un taxi o el ingeniero que la hace del bell boy en un hotel, quienes de verdad resienten el embargo. Al ritmo del Buenavista Social Club y ante la estupefacción y el horror de la comunidad cubana en Miami (¿y ahora de donde se van a agarrar?) buscará derogar el embargo invitando al baile a los republicanos que no le hacen mucho al son cubano. La pieza se antoja difícil y con muchos pisotones. El McDonalds todavía está lejos de la Habana.
Yo solo espero que llegue el día en que en la Plaza de la Revolución, debajo de la efigie del Che se escriba para la posteridad la máxima de este reencuentro:
¡Hasta la Victoria Secret!
Raul Salinas es inocente
Pobrecito. Al paso que vamos y gracias a la influencia e interpretación de las leyes de nuestras cortes, tendremos que terminar pidiéndole perdón a Carlos Salinas de Gortari por tanta mentada inmerecida, añoraremos la mano dura de Gustavo Diaz Ordaz ante la debilidad del estado, imploraremos por las políticas económicas de Jose López Portillo por la devaluación del peso, buscaremos un nuevo Negro Durazo ante la incapacidad de nuestras policía y declararemos nuestra devoción a San Jorge Hank Rohn en estos tiempos violentos. ¡Mexicanos, hemos vivido equivocados!
Saúl Mendoza Ch.
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