Tijuana B.C. (Agencias) 5 de diciembre de 2014.- Ha llegado un punto en el que no sé qué pensar exactamente sobre Ridley Scott, un director que empezó su carrera de forma meteórica para luego nunca volver a alcanzar ese nivel. Tengo bastante claro que tiene talento para la puesta en escena, pero también es un inconsistente y que es muy poco probable que consiga trascender las limitaciones del guión que tenga entre manos -y tampoco es que haya demostrado ser precisamente infalible eligiendo aquellos libretos que convierte en películas.
Todo ello me llevaba a tener muchas dudas hacia ‘Exodus: Dioses y Reyes’ (‘Exodus: Gods and Kings’, 2014), su nueva inmersión en el cine épico para volver a contarnos la célebre historia bíblica de Moisés. No soy yo un gran amante de que el séptimo arte aborde de lleno la ficción religiosa, pero confiaba en que al menos iba a encontrarme una entretenido y espectacular blockbuster liderado por la solvente presencia de Christian Bale. Sin embargo, una cosa son las promesas sobre el papel y otra que en realidad sea la mayor pérdida de tiempo de 2014.
La superficialidad (in)trascendente de ‘Exodus: Dioses y Reyes’
Fueron bastantes los espectadores que no quedaron demasiado contentos con ‘Noé’ (‘Noah’, Darren Aronofsky, 2014), la otra gran película bíblica de 2014, pero, por mencionar una de sus mayores virtudes, al menos ahí se demostraba cierto interés en ofrecer un enfoque diferente al vincular de forma notable la confianza ciega del protagonista en Dios a la locura obsesiva para que su visionado nunca pudiera ser visto como una completa pérdida de tiempo. En ‘Exodus: Dioses y Reyes’ simplemente no hay nada, ya que les estaría mintiendo si dijese algo bueno de ella que no fuesen cosas técnicas de menor importancia pienso por ejemplo en su vestuario-.
Ya habrá tiempo de desgranar el resto de sus debilidades, pero el guión de Adam Cooper, Bill Collage, Jeffrey Caine y Steven Zaillian es el gran mal que destruye cualquier posibilidad de que ‘Exodus: Dioses y Reyes’ sea una buena película. Y es que al libreto le falta profundidad dramática como consecuencia de su apuesta por evitar explorar lo más mínimo a cualquiera de sus personajes, algo que llega a alcanzar cotas especialmente absurdas por culpa de sus patéticos diálogos, muchos de los cuales bien podrían encajar en una versión paródica de la emblemática odisea de Moisés.
Es evidente que lo que Cooper, Collage, Caine y Zaillian buscan es conseguir que el relato tenga un ritmo más vivo para que ningún espectador pueda aburrirse porque o que se paren demasiado en determinado hecho o conversación, pero esa ligereza choca de forma frontal con el tono grandilocuente que Scott quiere potenciar desde la puesta en escena. El resultado es un extraño cruce entre una constante superficialidad y las ansias de la película por intentar parecer importante sin lograrlo en ningún momento, e incluyo ahí su abrumador despliegue visual, donde no hay nada especialmente a objetar técnicamente, pero sí en lo rutinario que resulta todo.
Uno esperaría que la tensión fuese una de las grandes armas de Scott para que nos olvidásemos de que ya sabemos todo lo que va a pasar, pero es que ni siquiera nos regala una gran secuencia como sucedía en ‘Prometheus’ (2012) -película que podrá gustar más o menos, pero nadie debería discutir el momento del “aborto”- e incluso consigue que el esperado enfrentamiento final en el mar rojo resulte insípido. Ya no es sólo la incomprensible decisión de prescindir de uno de los momentos que todo espectador esperaría, ya que nunca llega a transmitir la sensación de peligro real y lo único que nos queda es asistir con indiferencia al derroche de dinero que sucede en pantalla.
Un desastre soporífero
El otro gran pecado de ‘Exodus: Dioses y Reyes’ es que no permite que nada ni nadie trascienda su alarmante falta de calidad, algo especialmente doloroso al ver una actuación tan aséptica y anodina por parte de Bale, quien solamente en instante muy puntuales consigue recordarnos un poco el talento que tiene -y siempre en momentos que no impliquen que recite línea de diálogo alguna, pues él mismo se deja contagiar por las enormes limitaciones del guión-, pero en líneas generales bien podríamos hablar de su peor actuación hasta la fecha, ya que hasta está desaparecido ese carisma que le ha valido para salir airoso del envite en producciones de corte comercial que tampoco estaban especialmente inspiradas.
Eso sí, aún peor parados salen el resto, pero no tengo claro si es más grave lo de Joel Edgerton o lo del resto de personajes secundarios con frase. En el caso del nuevo Moisés conviene hablar de una interpretación monocorde y sin vida, lo cual anula el vigor de la rivalidad con el protagonista y hace que nunca podamos tomarnos en serio que él sea la gran amenaza para los judíos. Sin embargo, los penosos diálogos aniquilan cualquier posibilidad de que María Valverde o Ben Kingsley aporten algo a la función -aunque al menos no están tan mal como Sigourney Weaver-, por no hablar de la anecdótica presencia de un desaprovechadísimo Aaron Paul.
Lo peor de todo es que ‘Exodus: Dioses y Reyes’ tampoco funciona como entretenimiento palomitero, ya que ni siquiera consigue ese ritmo dinámico que se busca con la evidente superficialidad del guión, en especial tras el destierro de Moisés, donde la película literalmente se para y exhibe con orgullo todos sus defectos. Es entonces cuando llega el punto máximo de aburrimiento y desinterés por parte del espectador -ya presente hasta entonces, pero no de forma tan extrema- y su incapacidad para aportar algo que nos estimule -especialmente desafortunadas son las apariciones de Dios- hace que esa sea la nota dominante de ahí en adelante.
En resumidas cuentas, ‘Exodus: Dioses y Reyes’ tiene un guión pésimo, una puesta en escena carente de fuerza e inspiración y un reparto mostrando su peor cara, aunque en algunos casos es que simplemente no les dejan hacer nada más que estar por ahí de fondo. Además, falla como entretenimiento, ya que lo mejor que puedo decir de ella en ese aspecto es que ojalá me hubiese quedado dormido, y es que encima dura dos horas y media, algo insoportable para esa odiosa mezcla de trascendencia y superficialidad de la que hace gala. Definitivamente, la mayor pérdida de tiempo -aunque no la peor película- de 2014.
Fuente:Mikel Zorrilla Google+ @freddyvoorhees