Entre los llantos, gritos, chillidos, patadas, golpes y quejidos son las escenas que se viven día con días en esas pequeñas diferencias entre los hermanos.
Alfredo Perez MX
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«Nunca pueden estar en paz, todo el tiempo estás peleando con tu hermana, ven para acá cabron te voy a dar unos chingadazos » esas son las expresiones violentas y llenas de ira de muchos padres de familiar al intentar corregir a sus hijos que dentro de su convivencia tienen diferencias entre ellos.
Entre los llantos, gritos, chillidos, patadas, golpes y quejidos son las escenas que se viven día con días en esas pequeñas diferencias entre los hermanos.
Aunque estas diferencias entre hermanos y amigos son una parte normal del desarrollo de los niños, también es una manera de mostrar su malestar o su frustración por parte de ellos, pero esos comportamientos deben ser advertidos mediante el dialogo y comunicación.
Muchas veces al estar ausente el padre o madre de familia en la zona de juego donde los pequeños conviven, las manifestaciones agresivas que los niños presentan pueden ser derivadas del propio cansancio, hambre, molestia e incomodidad que ellos viven y no saben explicar. Sin embargo, el propio padre desconoce todo ello.
Expertos afirma que, se debe preparar y enseñar a los niños, la manera de afrontar la frustración como una habilidad que paulatinamente van a desarrollar con el paso del tiempo.
No es a través de los gritos como los niños obedecerán mas, tampoco cuando la orden se repite y repite de manera desesperada y gritando, porque también los niños desarrollan un habito para no escuchar al papá.
“Se hacen cuerudos» -decían las abuelas- al referirse a los hijos cuando después de gritarles y pegarles, no se corregían.
Los niños aprenden a no obedecer mediante un mal habito adquirido pero necesario en su mecanismo de defensa para evitar enfadarse frente a su violento padre.
No escuchar los gritos de papá evita sentirse atemorizados por la figura de autoridad que representa.
Los padres de familia deben dejar de gritar y fortalecer su auto control en sus emociones, sobre todo la ira, coraje y rabia que puede generar la desobediencia de los hijos y la frustración de las cargas laborales que el padre o madre de familia traen desde su lugar de trabajo y llega con ella a casa.
Los padres deben de recordar que cualquier explicación o enseñanza que se desee compartir sera inútil mediante el grito.
Los gritos se convierten en un botón que oprimen de manera automática los hijos para cerrar sus oídos al tener enfrente un escenario negativo lleno de gritos de sus padres.
De hecho, gritar no ayuda en lo absoluto a regular y gestionar buenas emociones.
Resulta irónico que pretendamos corregir y erradicar la violencia en los pleitos o diferencias de nuestros hijos cuando lo que hacemos nosotros mismos, es gritar y llenarnos de ira, intolerancia y violencia para corregir de manera súbita y abrupta.
Los hijos son excelentes replicadores o multiplicadores de las conductas de sus padres, pero también, sienten miedo cuando son agredidos por sus propios padres.
Se debe entender que todo aprendizaje requiere esfuerzo, auto control y tiempo. Los gritos generan barreras y levantan muros en la relación padres e hijos, los separa y lesiona su autoestima por mucho tiempo.
Como padres de familia debemos entender el rol que nos corresponde como autoridad y controlar principalmente nuestras emociones antes de controlar las de los demás.
Los abuelos dicen en sus expresiones coloquiales «Los niños son niños y juegan como niños, por que obligarlos a comportarse como adultos»
Enseñar, educar es la esencia. Los padres de familia deben entender que aunque su día haya sido pesado, debe dejar ese peso fuera de casa. Deben ofrecerle empatia y respeto a sus hijos ante cualquier expresión que ellos tengan.
Es mas fácil que los padres de familia tengan auto-control, sean prudentes y cierren la boca cuando deben de hacerlo y evitar frases hirientes.
Cerrar la boca o poder hablar en lugar de gritar es mucho mejor pero titánico cuando arrastra esos vicios y costumbres el padre.
Controlar su enojo, ira y sentimientos a través de un aprendizaje les permitirá construir la sabiduría del padre de familia y entonces se convertirán en buenos abuelos.