Por Beatriz Aguilar Alejandrez Facebook @socifobc
La mente humana suele reaccionar a situaciones traumáticas de diferentes maneras, una de ellas es el Síndrome de Estocolmo, desorden psicológico, resultado de una experiencia de terror intenso, este término es utilizado para describir el vínculo afectivo desarrollado entre un rehén y su captor, esta definición fue mencionada por primera vez en Suecia en 1973 por Nils Bejerot, psiquiatra y asesor de la policía, refiriéndose a las características que presento una rehén llamada Kristin Ehnmark que entonces tenía 22 años y trabajaba de estenógrafa, la cual se encontraba al momento del asalto del Kreditbanken, banco de la plaza Norrmalmstorg en Estocolmo.
En el caso del asalto a Kreditbanken, este resultó fallido, por lo que el asaltante Jan-Erik Olsson criminal sueco de 32 años, experto en abrir cajas de seguridad y explosivos, decidió llevar a los empleados del banco a la bóveda, no sin antes exigir a la policía dinero, un auto y le llevaran a un amigo suyo que estaba cumpliendo condena.
Su nombre era Clark Olofsson descrito como un criminal extremadamente peligroso, gracias a una maniobra de un policía los 4 empleados (3 mujeres, 1 hombre) y los 2 ladrones quedaron encerrados en la bóveda, al verse acorralado Olsson considero la posibilidad de dispararle a uno de los empleados para convencer a la policía que debían dejarlos huir, los empleados lo hicieron cambiar de opinión y Kristin propuso la idea de llamar al primer ministro de Suecia Olof Palme.
Lo sorprendente aquí fue la calidez con la que ella se expresó de sus captores y que confiaba en ellos más que en la policía e intentó convencerlo que lo mejor era que los dejara ir sin hacerles daño, resultando en una negativa del ministro, pasados seis días que los rehenes experimentaron condiciones de violencia, atados y con sogas en el cuello, los delincuentes salieron despidiéndose de beso de las 3 mujeres y apretón de mano con Sven, al que habían contemplado dispararle en un inicio.
La conducta irracional que Kristin presentó fue resultado de sentirse amenazada de muerte, el saber que esa persona tenia el poder de terminar con su vida ya que él decidía si comía, si le permitía hablar o si podía ir al baño, ya que si desobedecía era un riesgo vital, ella llegó a aceptar que su captor era quien le permitía vivir o dar la vida, como lo hizo su madre, una especie de regresión a emociones infantiles, en una entrevista declaró que se había enamorado de su agresor, que confiaba plenamente en él y que sería capaz de viajar a su lado y recorrer el mundo.
Actualmente no se han descrito criterios de diagnóstico válidos que mencionan signos y síntomas específicos sobre el Síndrome de Estocolmo, ni su denominación de Síndrome, algunos expertos en traumas lo han incluido como resultado del estrés postraumático, debido a que la persona idealiza a su perpetrador, otros lo incluyen dentro de los trastornos transitorios desencadenados por sucesos vitales excepcionalmente estresantes, dándose en algunas ocasiones como una respuesta automática e inconsciente por la victimización.
Según Bejerot, el agresor tendrá el control de la mente de la víctima transmitiendo terror extremo para hacerlo indefenso, impotente y totalmente sumiso, volviendo su necesidad de sobrevivir más fuerte que el impulso de odiar a su agresor, expertos mencionan que se deben presentar 3 factores para que surja el apego: la persona debe estar cautiva por un periodo significativo de tiempo, rehén y secuestrador deben mantener contacto personal continuo y por último el secuestrador podrá tratar amablemente a su víctima o bien no abusar físicamente de ella ni amenazarla, esto influirá en que la persona desarrolle: sentimientos positivos hacia su captor, simpatía con causas o metas y sentimientos negativos hacia la policía.
Los fenómenos relacionados con el Síndrome de Estocolmo son objeto de debate ya que algunos consideran que esa reacción depende de las características personales de cada individuo y otros sugieren que es una respuesta universal ante este tipo de situaciones.